"Era casi de barro el pueblo. Polvo sobre polvo. La tierra pegajosa se alzaba de los callejones como un polen y se asentaba en los chañares y en los algarrobos. A veces se posaba en el alma; también, y en el tiempo. Y el tiempo estaba quieto allí hacía muchos años, cavado y carcomido. Una sola masa marrón era todo, manchada de islotes verdes alzados en apeñuscamiento de talas y yuyarales con flores doradas." M. Castilla
jueves, 23 de febrero de 2012
Entre el leve crepitar de los insectos de los yuyarales
La humedad que sube de la Tierra y nos cubre de musgo
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